martes, 18 de marzo de 2008

Marco Teórico - Desarrollo Cultural para Valparaiso


La labor de un hombre como gestor cultural para nuestra región debe comenzar desde su propia valoración y comprensión del patrimonio artístico nacional, abordando todas las expresiones de esta: pintura, escultura, música, danza, teatro, circo, fotografía, cine, literatura, historia, etc. Debemos comprender los verdaderos aportes de nuestros artistas a la sociedad, para luego entender como esta creación se compenetra con la expresión del desarrollo social de los distintos sectores de la comunidad. Los historiadores – incluyendo al que escribe – comúnmente han caído en el error de analizar la evolución y vida de las artes como un hecho desligado del propio devenir de la sociedad en la que fueron creadas; muchas veces son analizadas como una rama del conocimiento humano que responde a sus propias leyes y por lo que solo pueden ser juzgadas bajo estas mismas. Este método es cada vez más errado y contradictorio puesto que se ha tomado conciencia de que existe una fuerte unión entre las artes y su profundo arraigo a la sociedad en la que se desarrolla. Se pensaba que las artes de vanguardia de la primera mitad del siglo XX respondían a un quiebre total con lo establecido por los cánones de la sociedad, pero aquí no hay una separación sino que todo lo opuesto, es una representación, una lectura de la época convulsionada en las que se gestaron (periodo entre guerras, producción en masa, sustitución de los focos artísticos europeos por nuevos, etc.).
Se debe desarrollar una gestión cultural que no se aparte de la esencia que le dio vida, la sociedad como motor y elemento inspirador para los más variados artistas sirve como combustible para mover sus creaciones por la sociedad, que estas se compenetren, ilustren , entretengan, eduquen, hagan partícipes a los ciudadanos; que el arte y la cultura se viva. Debemos aproximar las expresiones artísticas a la sociedad y al mismo tiempo debemos revitalizar nuestras manifestaciones culturales para preservar nuestra identidad, nuestra memoria colectiva. Como estudiante de Magíster en Historia del Arte y Cultura estoy convencido que más allá de los elementos políticos o económicos de una sociedad, son los elementos culturales y sus distintas expresiones los que realmente nos permiten crear una identidad conciente como ciudadanos, pertenecientes a algo más grande que nuestra patria o a nuestros límites territoriales, es la capacidad de sentirnos todos chilenos por nuestra idiosincrasia, la manera de ver el mundo, la forma de enfrentarnos a los nuevos desafíos.
El acceso a las expresiones artísticas y culturales por parte de todos los sectores sociales nos permiten acceder a nuevas formas de leer la realidad, a nuevas estructuras mentales para comprender el mundo y poder desenvolvernos en él. Debemos acercar la sociedad a estas expresiones, debemos comprenderlas como manifestaciones de los mismos agentes sociales, como un lenguaje libre y abierto de decodificaciones variadas que presenta de una manera más sensible la postura del hombre frente a la vida diaria. El rescate y potenciación de estas actividades enriquece el espíritu de los hombres, tal como lo pensaban los griegos del siglo V a.C. en relación a la práctica de las humanidades (pintura, escultura, literatura, filosofía, etc.), éstas dignificaban, ensalzaban y enriquecían el espíritu de los hombres.
El poder educador de estas prácticas es enorme, especialmente si las representaciones están íntimamente relacionadas a nuestra vida social porteña. Por eso estas actividades deben realizarse en todas las aristas de nuestra región, comenzando en establecimientos de educación primaria para que desde muy temprana edad los niños chilenos tengan acceso, conocimiento y estimulación para que estos movimientos se sigan desarrollando – tanto por gestores culturales, como también por estos nuevos jóvenes impregnados de estas actividades-. La riqueza intelectual en torno a la producción cultural y artística de nuestra región descansa en la gran cantidad de prestigiosas instituciones universitarias, un numero importante de jóvenes altamente calificados realizan gestión y producción cultural como actividades académicas regulares. Estas actividades sólo se desarrollan internamente con motivos de evaluación. Estos espacios (previo análisis y filtración) podrían expandirse más allá de los muros de la universidad, deberían entregar conocimientos a la sociedad. Democratizar el arte y el conocimiento es una de las herramientas más importantes para reducir las diferencias sociales en Chile.
Es evidente que la producción de espectáculos (teatro, música, danza, etc.) responde a necesidades sociales, pero también están sometidos a requerimientos económicos. No podemos desarrollar actividades que no sean remuneradas si los requerimientos técnicos y escenográficos (por ejemplo) son muy complejos, por lo que estas compañías de artistas se presentarán en espacios adecuados a sus necesidades como teatros o escenarios calificados. Si se debe pagar por acceder a estas actividades, ¿Cómo democratizamos las mismas?, creando instancias culturales que puedan ser consumidas por todos los agentes de la sociedad e incluso acercándonos más a la cultura propia de nuestra región trabajando con organizaciones comunitarias y el gobierno regional, para poder llevarles el arte y revivir la cultura en sus propios barrios, activando la conciencia de comunidad y el trabajo colectivo.
El rescate de nuestra tradición cultural, la revitalización de la memoria colectiva es la clave para poder continuar con el desarrollo cultural de nuestra región. El conocimiento de nuestras tradiciones nos permitirá comprender quienes realmente somos en este mundo vertiginoso. Debemos entender qué es cultura, tenemos que considerarla como algo que se crea en el día a día, en el quehacer del hombre, en su cotidianeidad. A partir de eso, como gestores culturales debemos analizar cuales son las reales necesidades de la sociedad para producir actividades que llenen esos agujeros. De vital importancia para la memoria colectiva es realizar un trabajo con organizaciones comunitarias de personas de tercera edad, puesto que ellos son nuestra ancla que nos une a nuestro pasado.
La revitalización de nuestras artes y culturas engrandece a los pueblos, independiente de su desarrollo económico, marcando y enriqueciendo su identidad en este mundo vertiginoso en el cual los limites entre las distintas civilizaciones-culturas se difuminan.