miércoles, 22 de agosto de 2007

"Javiera Carrera Bla Bla Bla" de Sergio Barrientos Roman


Javiera Carrera llegó a fastidiarme tanto que finalmente tuveque matarla.La primera vez fue en la playa junto al Pacífico y bajo una luna extraordinaria, después de beber hasta la borrachera, en verano.Javiera tenía los pantalones abajo, a la altura de los tobillos, y conservaba puesta su polera doblada sobre los pechos, y toda la arena estaba llena de semen y fluidos.Después me encontró sosteniéndola por el brazo mientras ella vomitaba a la luz de los faros, con su aire juvenil y petulante, los negros cabellos desordenados por el tibio viento del verano. Luego volvimos al coche, apagamos las luces y yo dije: "Vamos de nuevo".Y ella dijo: "No, no deberíamos".Y yo dije: "¿Por qué no?", y para ese entonces ella estaba ya excitada, de modo que lo hicimos de nuevo, y yo pasé las manos sobre su espalda por debajo de su ropa y la apreté contra mí y sentí la larga suavidad de bebé de sus mejillas contra la mía y se durmió allí y estaba empezando a aclarar cuando volvimos a casa.Después de ésa, lo hicimos varias veces más en el coche y en la playa, y una vez que su familia estaba ausente nos quitamos toda la ropa y luego la estuve mirando dormir como una bebé con la boca entreabierta.Ese otoño Javiera contrajo cólera y yo iba a verla todos los días y su madre me servía limonada y una vez su padre me sirvió una botella de cerveza y me convidó con un cigarrillo. Cuando mejoró fuimos en coche a peñuelas, alquilamos un bote y nos íbamos a pescar y nos acostábamos en el fondo del bote, abrazados, sin hacer nada. Un sábado exploramos una vieja cantera y descubrimos una cueva y nos quitamos los pantalones en la mohosa oscuridad.Recuerdo que la última vez que la vi fue en uno de esos días grises y opacos que se dan en la costa en otoño.Habíamos salido al campo en el coche para cazar sabandijas con mi escopeta, y caminamos por el bosque de otoño sin descubrir nada que cazar y ella estaba silenciosa y hosca; nos sentamos en un tronco y ella se miraba las zapatillas hasta que por fin me dijo que no podría verme de nuevo."Pero, ¿por qué Javy? ¿Por qué?"Si tú no lo sabes yo no puedo explicártelo. Volvamos al coche."Hicimos el viaje de regreso en silencio y cuando llegamos a su casa abrió la portezuela y bajó. Durante un segundo me miró como si fuese a decirme algo, luego se volvió bruscamente y avanzó por el sendero de las lajas hacia la casa. Yo me quedé allí sentado un minuto mirando la puerta cerrada.Después, atontado, me fui a casa.Una vez que el coche estuvo en el garaje apoyé la cabeza en el volante, y lloré restregando la mejilla contra los rayos de acero. Por último mi madre gritó desde la ventana de arriba si pasaba algo y por qué no entraba a la casa. Me sequé las lágrimas de la cara, entré y dije que me sentía mal y me fui arriba a la cama. Mi madre me llevó un plato de tortilla a la cama pero yo no podía comer y lloré toda la noche.Después de eso la llamé varias veces por teléfono pero ella siempre colgaba al oír mi voz. Y le escribí una larga carta que nunca me contestó. Tres meses más tarde cuando leí en el diario que había muerto en un accidente de automóvil, mi madre dijo:"Oh, ésa es la hija de los Carrera. Antes solían ser ustedes muy amigos, ¿verdad?".Yo respondí: "Sí, madre", sin sentir absolutamente nada. Y me conseguí un barril de whisky falsificado.
Sergio Barrientos Roman
Licenciado en Literatura, Universidad Adolfo Ibañez

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