martes, 29 de enero de 2008

Revolucion Historiografica Francesa: La Nouvelle Histoire y su desarrollo II


Historia de las Mentalidades: La Tercera Generación de Annales e Historia y Cultura
“¿Definir la historia? ¿Pero cuál? Quiero decir: ¿De qué fecha y en qué cuadro de civilización? ¿No varía la historia perpetuamente en su inquieta búsqueda de técnicas nuevas, puntos de vista inéditos, problemas que hay que plantear mejor?”.[1]
La evolución de Annales concluye su desarrollo realizando una síntesis de todos los conocimientos, técnicas y métodos utilizados por las generaciones anteriores. En este periodo Braudel dejó la presidencia de la Sexta Seccion (1975), Jacques Le Goff tomó el control y reorganización de lo que ahora se denominaría “Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales” (no sólo Le Goff, nuevos jóvenes como André Burguiére y Jacques Revel intervienen en la dirección de Annales). Es más complicado en este punto definir una línea rectora en el desarrollo del movimiento, a diferencia de la primera y segunda generación, nadie realmente controla el grupo como lo hizo en su momento Febvre y Braudel. Se ha producido una especie de fragmentación y diversificación intelectual, incluso algunos participantes del movimiento han vuelto a cultivar la Historia de los Acontecimientos (Histoire Événementielle) y la Historia Cuantitativa, mientras que otros siguen reaccionando contra ellas.
Esta Tercera Generación es la primera que incluyó mujeres en sus fuerzas, Christiane Klapisch (Historia de la familia en Toscaza en la Edad Media y el Renacimiento); Mona Ozouf (Historia de los festivales en la Revolución Francesa); Arlette Farge (Historia del mundo social en las calles de Paris del siglo XVIII); Michéle Perrot (Historia del trabajo y las mujeres); entre otras, han diversificado las ideas de Annales. El movimiento viaja hacia otras latitudes, ya no sólo las ideas francesas dirigen el movimiento ahora muchos de sus integrantes han estudiado y especializado en otros países (especialmente Estados Unidos) en universidades como Ithaca, Madison, Princeton o San Diego (muchos miembros ahora leen, escriben y hablan ingles). El centro de la historiografía ya no es Paris, muchos estudios se están desarrollando en Gran Bretaña, Países Bajos, Alemania, Italia y Estados Unidos como hemos expuesto recién. Estos nuevos exponentes han ligado la corriente “tradicional” de Annales con nuevas disciplinas norteamericanas como la Psicohistoria, la Historia de la Cultura Popular, Nueva “nueva” Historia Económica, la Antropología Simbólica, etc.
Muchos historiadores (incluso antes de la Tercera Generación) estuvieron muy interesados por el desarrollo de historias sobre cultura por ejemplo: Alphonse Dupront, considerado el Labrousse de la Historia Cultural, estudiaba el concepto de “cruzada” como un elemento de sacralización, cómo una supuesta guerra santa podía ocultar los reales intereses de posesionarse de lugares sagrados. Enriquece su investigación postulando que las peregrinaciones son la búsqueda de lo sagrado y son un ejemplo de “sensibilidad colectiva” que responde a respuestas producidas por fuerzas cósmicas. Sus investigaciones han inspirado a algunos de sus seguidores a investigar cómo estas fuerzas cósmicas pueden influir a los hombres a realizar cierto tipo de trazados en las iglesias y cuales serían sus respectivas significaciones simbólicas. Dupront mezcla la generalidad de los temas como lo sagrado con la puntualidad de la cartografía y las imágenes milagrosas.
El continuador de Febvre en lo que respecta a Psicología Histórica es Robert Mandrou, este historiador continuó el trabajo de su mentor en su “Introducción a la Francia moderna” agregándole el sub-titulo de “Un ensayo de psicología histórica, 1500-1640”, este incluía temas sobre mentalidades, emociones y salud. Prosiguiendo bajo la misma metodología realizó “Magistrados y Brujos de la Francia del siglo XVII”, la temática sobre la cultura popular y la hechicería pronto captaron el interés de muchos jóvenes historiadores. El problema de estos nuevos historiadores que quieren adentrarse en el plano de las mentalidades colectivas no recae sólo en la selección de la temática, fuentes o metodologías de investigación, sino que estas nuevas incursiones no se separen de los grandes y sólidos descubrimientos que han desarrollado las antiguas generaciones de Annales, descubrimientos y conocimientos sabiamente explotados que han brindado muy buenos resultados para la Historia Económica y Social. Esta nueva Historia Cultural no se presenta como una alternativa de la Historia Económica-social, es una evolución, un crecimiento que debe seguir constante al lado de todas las disciplinas históricas, no anular ni restarle valor a sus predecesoras.
La Psicohistoria rescataba ideas de los psicoanalistas Wilhelm Reich y E. Fromm, la obra “Los campesinos del Languedoc” de Emmanuel Le Roy Ladurie (obra expuesta en el capitulo anterior) incluía datos sobre las obras de S. Freud relacionadas con cifras sobre precios de cereales en Tolosa, y con esto realizaba un análisis de las estructuras sociales. “Le Roy describió el carnaval de los romanos como un psicodrama que daba acceso directo a las creaciones del inconciente, tales como fantasías de canibalismo, e interpretó las convulsiones proféticas de los camisardos atribuyéndolas a la histeria”[2].
Otros miembros de Annales realizaban sus estudios en líneas similares a esta, Alain Besancon investigaba la Rusia del siglo XIX poniendo su interés en lo que él llamaba la “historia psicoanalítica”; realizó un estudio entre padres e hijos, analizó el caso de Iván el Terrible (un zar) el cual le dio muerte a su hijo. Finalmente la Psicohistoria norteamericana se ha encontrado con la Psychologie historique de Annales por medio del estudio de individuos particulares prolongados hacia la colectividad.
Aunque en general las tendencias de la historiografía seguían otros caminos, los más distinguidos especialistas en la Historia de las Mentalidades fueron los medievalistas Georges Duby y Jacques Le Goff. Este ultimo realizó “El nacimiento del Purgatorio”, inmersa en lo que él denominaba “l´imaginaire medieval” trataba de exponer las constantes variables de las representaciones sobre la vida en el más allá. Sostenía que el nacimiento del purgatorio respondía a una “transformación del cristianismo feudal”, a una relación que se daba por los cambios sociales e intelectuales. Postulaba que ha habido un nacimiento de “estructuras mentales y hábitos de pensamiento” a partir del siglo XII y XIII, que poseen nuevas visiones sobre el tiempo, el espacio y los números. Ósea, en general una historia de las mentalidades. Duby por su parte escribió “Los tres órdenes”, en muchos sentidos paralelo al “Nacimiento del Purgatorio” de Le Goff, estudia la sociedad dividida en tres grupos distintos: sacerdotes, caballeros y campesinos (la oración, la lucha y el trabajo, respectivamente). En esta sociedad dividida crea relaciones entre lo material y lo mental considerándolas elementos claves para el cambio social. Sostiene que esta triple división se puede encontrar en las sociedades indoeuropeas como en las indias; al igual que Montanari y su tesis sobre las relaciones de poder sostiene que esta división ha sido creada por los sectores altos de la sociedad (señores feudales) para legitimar su explotación a los sectores más bajos (campesinos), y así lograban mantener a cada sector social en su función. Duby sostiene que esta reactivación de una visión tripartita del mundo responde a una necesidad especifica del periodo histórico en el que está inmersa, por ejemplo una crisis política como la que se dio en la Francia del siglo XI. Podemos concluir que Duby considera a las ideologías no como una reflexión pasiva sobre las sociedades, sino como una herramienta, un arma de control para obrar sobre una sociedad determinada y así modificar o perpetuar sus modos en el tiempo.
Los enfoques y nuevas metodologías cuantitativas si bien fueron un gran adelanto en lo que respecta a la ciencia histórica, no lograban captar a cabalidad las mentalidades como lo hacían con los procesos económico-sociales. Por esto se tuvo que desarrollar un enfoque estadístico especializado para esta nueva evolución de la historia; los primeros enfoques estadísticos se utilizaron para estudiar la Historia de las prácticas religiosas, la Historia de la alfabetización y la Historia del libro. Poco a poco este nuevo método se amplió en las esferas de la Historia Cultural para luego llegar al desarrollo de una Historia de la Alimentación. Por ejemplo, uno de los estudios más novedosos en estas nuevas áreas culturales fue el realizado por Michel Vovelle, “Piedad Barroca y Descristianizacion”, un estudio basado en las concepciones en torno a la muerte. Pretendió estudiar las actitudes humanas sobre la muerte y el más allá analizando los testamentos dejados por 30.000 muertos en Provenza. Estudió también los cambios en los pensamientos y los sentimientos de los hombres en relación a sus santos patronos protectores, el número de misas que el testador deseaba que le realizaran en su honor, la cantidad de flores que se utilizarían, etc. Vovelle pensaba que el idioma de los testamentos le reflejaría un “sistema de representaciones colectivas”, concluía que se estaba secularizando las actividades pero no por una imposición desde arriba, sino desde el sótano.
Para nuestro análisis le debemos mucho a historiadores como Pierre Bordieu, sus estudios sobre antropología en Argelia pasaron hacía el estudio de la sociología en la Francia contemporánea. Su concepto de “capital simbólico” es la base para muchos trabajos de historiadores de la Historia del Consumo, la Cultura Popular y de la Vida Cotidiana, reemplaza conceptos y reglas estructurales rígidas sobre las prácticas sociales, incorporando conceptos más flexibles como “estrategia” y “habito”. Con este tipo de investigaciones se pudo acceder a un nuevo estudio sobre la colectividad, se rechazó por ejemplo el mito del consumidor pasivo y le puso acento a lo que llamaban “consumo de producción”. La novedad está en abordar la historia del hombre dentro de una comunidad histórica, desde una visión antropológica, no con un análisis parcelado de una determinada sociedad.
El trabajo historiográfico ha experimentado una gran ampliación y evolución, principalmente en dos sentidos, en primer lugar desde el punto de vista teórico con la reflexión sobre el problema de la duración de los periodos temporales y, en segundo término, desde el punto de vista de los temas novedosos que han suscitado el interés de los historiadores, temáticas tan variadas que a los ojos de los historiadores pareciese ser que no existen hoy en día temas vedados para la posible investigación. Temas históricos sobre la vida privada, la vida cotidiana, sobre la cultura, sobre las mentalidades colectivas, la religión, las costumbres, las creaciones humanas, la educación, en nuestro caso la alimentación, sólo por nombrar algunas, nos permiten alejarnos y al mismo tiempo profundizar sobre las temáticas tradicionales sobre política, la economía y las clases sociales, esto no significa que estas corrientes se hayan debilitado sino que se ha avanzado y superado los periodos esquemáticos deterministas y reduccionistas de la historia. El triunfo de Annales es lograr un entrecruzamiento entre los distintos tipos de temporalidad, tiempo largo y tiempo corto, y los distintos niveles de conocimiento humano (no sólo el político y el económico).
“Por historia vertical entiendo aquellas que como intento hacerlo en Mourir atrefouis y hoy en L´mort et occident de 1300 a nos tours, se esfuerza por tomar en cuenta “desde el sótano al granero”, los diferentes niveles de una aventura humana, en este caso desde los condicionamientos sociodemográficos hasta las formas más sofisticadas de expresión artística, pasando por las actitudes y las reacciones de la mayoría. Un conjunto complejo que impone esta investigación en la larga, y aún muy larga duración, porque sólo allí se puede esperar percibir ese “entrecruzamiento de los tiempos” en el que se expresa la dialéctica en los diferentes niveles. Lo que en absoluto quiere decir que esta historia en la longue dureé sea para mí una historia inmóvil”.[3]
[1] Febvre, Lucien. Op. Cit. Pág. 227.

[2] Burke, Peter – Op. Cit. pág. 73
[3] Vovelle, Michel, “Ideologías y Mentalidades” - Editorial Ariel. 1985. Pág. 98

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